martes, 6 de mayo de 2008

La doble expresión de Manolo Sierra



La 41 Feria del Libro de Valladolid ha homenajeado a Manolo Sierra. Un montón de ilustraciones sacadas del baúl de los olvidos aparecen enmarcadas en la carpa de la Feria. Dibujos para todo tipo de causas, perdidas las más y ganadas las menos, pero siempre frescas en el momento en que recabaron su atención, se pueden contemplar en sus paredes provisionales.

Porque Manolo, además del pintor permanente de sus propias visiones, del muralista requerido y del cartelista solicitado, ha acumulado a lo largo de años un montón de dibujos e ilustraciones sobre todo tipo de motivos. Temas reivindicativos de las asociaciones de vecinos y de todo tipo de entidades ciudadanas, ya fueran ecologistas, sindicales, políticas, artísticas, universitarias, motivadoras de contestación o simplemente de lugares de encuentro, reproducidos a lo largo de años en trípticos, revistas y catálogos se muestran ahora aquí para recuerdo y testimonio de su tarea, que viene de muy atrás.




Y es que Manolo, al que nunca le oí dar un no cuando se le planteaba ilustrar el escrito de una actividad cívica rebelde, crítica y librepensadora, nunca cobró un duro por ello y sin embargo se colocaba con su actitud y su aportación en vanguardia del mensaje. Manuel Sierra ha aportado a todas las expresiones escritas del movimiento ciudadano su complemento: una imagen que captaba lo que los entes urbanos pretendían difundir, que lo reinterpretaba y además lo transcendía con su propia representación. ¡Cuántas publicaciones se han recordado por la imagen añadida de Sierra más que por los planteamientos esgrimidos en sus páginas! Le oí comentar en la mesa redonda donde se le homenajeó el domingo pasado que él siempre ha hecho las cosas por amor a las causas justas o por ira. Manolo Sierra, instintivo, audaz y auténtico, nunca ha dudado. Cuando ha considerado que una acción colectiva estaba fundamentada y merecía dar la cara por ella, ha respondido. Cuando la ira de los acontecimientos, de los que hemos vivido muchos en este país de manera especialmente intensa, le ha sacado de sus casillas ha apostado por representar no sólo su cólera, sino la cólera de los vencidos y de los subestimados.




La colección de representaciones que se ofrecen en la carpa de la Feria del Libro forman parte de la interpretación del mundo cotidiano por Manolo Sierra. De su solidaridad con los resistentes de toda especie, de la imaginación iconoclasta y superlativa con la que se nutre y confluye en la expresión libre de las actividades sociales. Al final del acto de homenaje, nuestro casta Manolo leyó un texto que vincula expresión literaria y expresión pictórica, la doble expresión que salva, y que reproducimos a continuación.

Joaquín Ruiz.






Tengo que agradecerle mucho a Begoña Orellana que me propusiese hace una temporada, preparar una Exposición de ilustraciones (hechas por mi, claro) porque así tuve ocasión de bucear por los cajones del taller donde trabajo, donde pinto, donde escribo, donde dibujo y donde vivo, hasta encontrar tres carpetas repletas de dibujos con lo que ilustré a lo largo de años artículos de prensa, revistas, libros, catálogos... en fín, dibujos que acompañaron a textos escritos por otros. De no ser por esta propuestas de Begoña para esta edición de la Feria del Libro de Valladolid, esos cientos de dibujos que encontré, dormirían el sueño del olvido alejados de mi memoria, una herramienta ésta que utilizo poco y que tengo muy olvidada.

El buceo entre papeles se produjo con una mezcla de expectación, de sorpresa y de vértigo. Expectación porque no sabía que tuviese tanto material –dado que la mayor parte de los dibujos originales que te encargan se pierde por el camino (empleando una expresión suave) y por lo tanto en tu remoto consciente no cuentas con ellos-. Expectación también porque no sabía con qué me iba a encontrar ni si podría preparar la exposición.

Después de la expectación, sorpresa al encontrarme con tantas piezas, muchas de ellas recordadas y otras muchas ignoradas.




Y con todo el trajín de abrir sobres y carpetas, desplegar papeles y retirar solapas, se te levanta un estado de ansiedad que trae consigo vértigo, vértigo del tiempo a través de esos dibujos que cuentan pequeños trozos de nuestras vidas en poemas, artículos, columnas, prólogos, relatos, en fín, ocasiones todas para contar algo a los demás y de contarlo mano a mano el que escribe y el que dibuja.

Para esta exposición seleccioné ilustraciones realizadas con distintas técnicas, en distintos formatos y desde distintos enfoques, como distintos son los argumentos, los autores y los textos.

Entiendo que ilustrar (que debe querer decir “dar luz”) es buscar o encontrar más bien una imagen que sintetice un texto en su totalidad o en distintos momentos de la escritura. Las maneras para conseguirlo supongo que son tan variadas como lo son lo modos de dibujar y las técnicas empleadas: hay ocasiones en las que el propio texto te proporciona la pista al estar construído con imágenes especialmente perfiladas y visualizables por quien escribe y para quien lee lo escrito. La tarea del ilustrador, en estos casos, es más sencilla, más lineal. Otras veces, tal vez por lo íntimo y hermético del texto escrito, el ilustrador tiene que encontrar imágenes para relatar la sensación de lo escrito y así tiende a separarse de la resolución llamémosla “descriptiva”.

Yo soy de la banda de quienes piensan que todo lo que existe puede ser (no sé si debe) nombrado con palabras y que las palabras lo son porque pueden ser imaginadas, es decir, representadas con imágenes y al revés: las imágenes existen porque pueden ser nombradas, dichas o pensadas con palabras. Palabra e imagen son para mi términos hermanos.

La elección que yo hago del lenguaje figurativo para ilustrar e incluso para pintar no es más que uno de los frutos de esa relación que establezco entre las imágenes y las palabras; de las palabras entendidas como uno de los medios más potentes del que nos servimos para contar algo o simplemente para decirlo.

Vengo de la costumbre familiar de leer, de los libros y del olor a libros, del sonido de las hojas al pasar, del tacto del papel y de la costumbre de la lectura en voz alta en la galería o en la cocina o en la cama, de la costumbre de lo contado, de las imágenes que saltan de las palabras al pensamiento y quedan suspendidas en el aire, en el imaginario de todos. Estoy hecho así desde niño y desde que fueron niños mis padres y los padres de ellos y todo esto creo que tiene que ver con la ilustración, de cuando dibujo ilustrando, cuando hice estas ilustraciones de la exposición.

La lectura, como el contacto con lo contado y la ilustración como otra manera de seguir contando lo contado, contando un poco más ( no más de mejor sino más de además) .

Creo que ilustrar no es algo especialmente aparte sino que forma parte de un todo expresivo y en el mejor de los casos comunicativo para quien viva en medio de la pintura, del dibujo, del color y de las formas. Para mi ilustrar un texto es otra forma más de ser pintor y es también una disciplina para pisar tierra en este oficio que conduce fácilmente a creer que lo que haces es de díficil comprensión por aquello de lo “creativo”y lo “artístico”; palabras ellas que te puede alejar de los demás enseguida.




Creo que interpretar ilustrando lo pensado y escrito por otros es una buena cura contra el egocentrismo al tener la ilustración un claro hecho socializador del que dibuja y de lo dibujado. Dado que la ilustración es una expresión o un lenguaje público o casi público que nos exige a quienes la practicamos un imprescindible debate con el autor, con su texto y con el receptor del escrito y de la ilustración (Si es que de dos realidades en lugar de una se tratase).

Últimamente oí y leí en varios sitios que los de León somos especialmente dados a contar. Aparte del truco publicitario para vender más libros puede que sea cierto, considerando incluidos a otros muchos autores de tierras frias también, con otoños e inviernos largos y primaveras y veranos cortos, con horizontes altos y con menos horas de luz solar, con tierras repartidas en trozos pequeños y economías de subsistencia donde hay mucho tiempo para pensar y como pensar a veces ahoga, tiempo para hablar, para escribir y para dibujar contando a los otros incluso lo que ellos ya saben.


Y mientras escribo estas líneas en plena noche, puedo ver desde aquí las laderas floridas amarillas y violetas entre la hierba que silba con el aire frio y puedo ver la sonrisa azul de Tino Gatagán.


Manuel Sierra. Valladolid, 4 de mayo de 2008









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