viernes, 23 de mayo de 2008

Sueños desde Guantánamo




Parece ser que en las prisiones también se sueña. Lo han demostrado a lo largo de la Historia algunos a quienes, andando el tiempo, se ha idolatrado con la misma pasión con la que previamente se les privó de libertad; como al soldado Miguel de Cervantes, cautivo durante cinco años y medio en Argel y preso con posterioridad en España. Fue en la cárcel de Sevilla donde comenzó a escribir el Quijote, novela a la que le ha cabido en suerte ser indiscutidamente aclamada, de tal modo que citarla es garantía de éxito. Tal vez por eso, el calígrafo Keith Adams eligió un fragmento de la obra para caligrafiarlo en la pared del taller de caligrafía Alcuino, uno de los locales de la Villa del Libro de Urueña.






Pero hay otros presos que también sueñan, para demostrarnos que quinientos años no son nada en la tediosa rueda del destino. Y, entre torturas y desesperación, escriben sus poemas con pasta dentífrica para que sus carceleros los censuren y entreguen el resto a sus abogados. Están por dilucidar las razones de este mínimo gesto de compasión que permite que salgan a la luz los olores del inframundo: yo aventuro que en todos los seres humanos, también en los que encadenan a otros, alienta un soplo divino; hay quien opina, sin embargo, que los carceleros no han entendido nunca de poesía. “Poems from Guantánamo: The detainees speak” se publicó en 2007 en la Universidad de Iowa. Entre sus autores habría buenas y malas personas, idealistas y fanáticos, patriotas y soldados de fortuna, implicados y no implicados, hombres bien educados y patanes. Pero eso fue antes de su detención y de su tortura: ahora, dignificados por la abyección de sus captores, se han convertido en poetas de un apocalipsis que aguarda el final de su noche tenebrosa. Y el calígrafo Keith Adams ha traducido al español uno de esos gritos y lo ha caligrafiado en la pared del taller de caligrafía Alcuino, aquí en Urueña, al lado de los sueños carcelarios del soldado Cervantes. Un fragmento dice: “…sabiendo que después de las horas oscuras de la noche, el amanecer del orgullo se alzará.” Difícil imaginar ese lugar de muerte desde una villa medieval recién pintada donde se subvenciona la cultura para atraer al turismo. Aterrador intuir lo que ese “amanecer del orgullo”, soñado desde la fuerza que da la más profunda humillación, supondrá algún día para el futuro del mundo que conocemos. Estamos teniendo un mayo espléndido, justo el mes en el que otro prisionero, también medieval, maldecía en verso al ballestero que le había matado la avecilla que le proporcionaba su única alegría en las madrugadas oscuras. No es de ahora la vecindad, con un muro de por medio, de la belleza y del horror. Por eso, que en una pared de esta “ciudad alegre y confiada” haya brotado un poema escrito en el infierno es una gran oportunidad para recordar, entre paseos por el campo, compras y festines, los otros mundos que hay en éste; y cómo las palabras pueden devolvernos nuestra condición humana aún en el peor de ellos.


Luisa Cuerda

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