jueves, 25 de diciembre de 2008
...Dónde estabas en "los setenta"?
Hace nueve años, Rafael Martínez Sagarra publicó por su cuenta y riesgo un opúsculo titulado ...Dónde estabas en "los setenta"? donde pretendía una especie de ajuste de cuentas testimonial con su experiencia combativa en el movimiento obrero de aquel tiempo y en concreto en la huelga del 74 en Fasa-Renault.
Una pequeña editorial vallisoletana nacida al calor de un grupo de amigos, Gatón Editores, S.L., se ha estrenado en el panorama editorial de la ciudad retomando aquel librito y actualizándolo con algunas aportaciones de gente que participó directa o tangencialmente en una huelga que sacudió intensamente a todo Valladolid.
...Dónde estabas en "los setenta"? es un libro refrendatario de una serie de acontecimientos de los que, aparte de la frialdad de las hemerotecas, poco se recordaría hoy si no fuera porque, aunque canosos y con déficit de estímulo, aún permanecen muchos testigos que vivieron aquello en primer plano. En ese sentido, Rafael Martínez Sagarra ejercitaba un doble trabajo: relatar sus vivencias personales sobre su militancia organizada sui generis y sobre la huelga del 74, y recoger a su vez una especie de tradición oral cuyo valor será tenido sin duda en cuenta por los historiadores que analicen el último cuarto de siglo de la ciudad.
La narración, en primera persona, es acogedora, fluida, amena, tremendamente anecdótica. Rafa pone calor y pasión contenida. Su escritura, ágil y sin pelos en la lengua, se enmarca en un género de relación de acontecimientos, pero no escatima sus puntos de vista particulares. Piénsese que no es el trabajo de un historiador ni de un político, y en este sentido los análisis aparecen pergeñados, incluso da elementos y pistas, pero nunca profundiza en ellos porque seguramente Rafael Martínez Sagarra nunca lo pretendió. No era su objetivo.
El hecho de que se citen pormenores de un proceso huelguístico y se mencionen tantos nombres conocidos del mundo laboral de los años setenta recaba sobre manera la atención de cualquier ciudadano interesado en la intrahistoria de Valladolid. La posición dura y escasamente negociadora de Renault, el marco político dictatorial en que se amparaba la empresa, los mecanismos represivos, el mundo solidario de los empleados de la fábrica y de otros sectores ciudadanos, los despidos ejecutados por la empresa sobre un número elevado de empleados, el ardor aún juvenil e incluso radical en la respuesta obrera, las divergencias entre el modelo sindicalista tradicional que se avecinaba y la práctica asamblearia de los anticapitalistas, son los ejes fundamentales que se desarrollan en el libro.
Pero paralelamente, Rafael Martínez Sagarra narra sus vivencias de juventud en medio de toda aquella situación, aportando calor y humanidad al relato. Porque detrás de todos los esfuerzos de los trabajadores, de los intentos de organización y de reivindicaciones frente a FASA y otras empresas, más allá y más acá de los efectos que salían en los periódicos o causaban sensación en la opinión pública, había gente de carne y hueso que se esforzaba, se jugaba sus sueldos, la estabilidad de sus familias, su propia libertad y las perspectivas de futuro personales. Esto hay que recordarlo cara a las nuevas generaciones, porque los avances en materia de bienestar, de derechos humanos y de percepción económica no han llegado ni por inercia ni por la providencia de las alturas.
Rafael Martínez Sagarra hace anteriormente un repaso y un recordatorio de lo que había sido Valladolid tras el golpe militar inconstitucional contra la República. Ganadores y perdedores de la guerra, la represión cruenta y sin piedad, los eventos sociales importantes de la ciudad durante el largo desierto del franquismo, la implantación a principios de los años 60 de la Renault, la atracción hacia ésta de trabajadores jóvenes procedentes de otros talleres de la ciudad y también de las zonas rurales de Valladolid y otras provincias limítrofes, los horarios y ritmos fuertes de las cadenas de producción, el papel del sindicato franquista denominado vertical porque su representación era cualquier cosa menos democrática, la lucha obrera clandestina que va haciendo mella entre los funcionarios del viejo régimen y atrayendo la simpatía, a pesar del miedo, de sectores cívicos, las definiciones y la rica polémica entre las diversas concepciones de defensa de los derechos de los obreros, todo ello queda reflejado con una frescura y un interés que sería de desear que estimulara nuevos relatos por parte de otros testigos que vivieron aquella situación intensamente y que tanto tendrían aún que decir.
Junto al texto recuperado de Rafael Martínez Sagarra, el valor de esta edición de Gatón Editores es que aporta una serie de colaboraciones complementarias de diversos ciudadanos que tuvieron algo o mucho que hacer y decir en aquella década. Trabajadores de la Renault como Eduardo López Cornejo, Pedro Conde Soladana, Pedro Oyagüez Valentín, Alfredo Castro Castro, Tomás Rodríguez Bolaños; abogados laboralistas que tuvieron que defender a los despedidos de FASA como Jesús Castellanos y Antonio Pérez Solano; historiadores como Celso Almunia; curas de aquel tiempo como Manuel González, son algunas de las firmas que aportan su granito de arena: puntos de vista desde su ubicación cívica en aquellos arduos años. Ciertamente uno echa en falta las aportaciones del hombre tenaz de Comisiones Obreras en la Renault, Ángel Nieto, y la de Julio Barrocal, uno de los que más se batieron el cobre desde las Plataformas Anticapitalistas -organización que tuvo un amplio seguimiento obrero en Valladolid en aquellos años- y que padeció también detenciones y acosos.
No quiero finalizar esta somera reseña que, como tal puede resultar imprecisa y limitada, sin hacer constar lo que al principio del libro Rafa titulaba Tres aclaraciones antes de empezar.
“Primera: Queremos dedicar estas líneas a todos los trabajadores de FASA Renault que supieron, con sus luchas, conseguir sus objetivos y alzarse como ciudadanos dignos.
Segunda: Que la idea de escribir estas páginas surgieron de una conversación entre Alfredo Castro y Rafael Martínez Sagarra. Siendo el texto de Rafael y los dibujos que lo acompañaban de Daniel Carrascal y Manuel Sierra.
Tercera y última: Que el único motivo que nos ha llevado a escribir estas páginas ha sido el del recuerdo. Recordar cómo vivimos acontecimientos importantes en la reciente historia de nuestro país -cómo fue la transición política y el cambio de régimen-, comparando cómo eran nuestras vidas en los setenta y cómo son ahora.
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A los que pasamos de largo los cuarenta años, nos vendrán recuerdos...y a los jóvenes para que vean que esta sociedad de bienestar y de libertades que ahora disfrutan que hubo alguien, en este caso sus mayores, que hicieron para que los tiempos cambiasen a mejor. Ahora es el momento de que ellos tomen el relevo para contibuir a allanar el camino, y así, dejar a los suyos una vida más justa y solidaria. Nuestro objetivo, en este relato, no ha sido enjuiciar a nadie y menos a los que también combatieron con nosotros, sólo que cada cual tomó la opción que le pareció más correcta para por diferentes vías llegar al mismo destino: la libertad."
Particularmente este párrafo de Rafa me conmueve y pienso que, si tal como decía él, este libro es sobre todo memoria, implícitamente también nos traslada el alto valor que la memoria tiene para las sociedades. Sin memoria estaríamos perdidos. La situación por la que atraviesa la factoría vallisoletana de Renault en estos finales de 2008 hace pensar de nuevo en la importancia que tuvo para el desarrollo de la ciudad, el valor de las luchas de sus trabajadores y cómo suscita inquietud y nueva conciencia cívica ante lo que pudiera pasar.
No quiero terminar sin agradecerle in memoriam a Rafa el testimonio tanto de su obra escrita como de su amistad. Él, que nos abandonó en la vida por su propia, voluntaria y radical decisión, sigue siendo recordado por sus amigos y viejos compañeros de andanzas y riesgos.
Joaquín Ruiz.
(Las imágenes corresponden a la presentación del libro que tuvo lugar a finales de octubre)
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1 comentario:
Lo cierto es que todo aquello queda muy lejos y el artículo sobre el libro de Rafael Martínez Sagarra me parece bonito, es una buena reseña pero tampoco muy combativo. Hoy tengo la impresión de que los sindicatos no existen porque se los ha comido la propia máquina de la administración, se los ha ido comprando, sí, comprando con dinero y prebendas. Hoy parece estar todo atado y bien atado por los empresarios y por el miedo de los propios trabajadores a perder sus empleos. La evolución del sistema económico y su enorme crecimiento en un momento dado ofreció a los empresarios y empresas todo tipo de facilidades para que lo importante fuera el propio crecimiento económico y se le fue quitando importancia al trabajador, y los sindicatos han permanecido mudos. Ahora se dan cuenta (y no sólo por la crisis) que el trabajador apenas tiene derechos ni forma de gritarlos. Y los que sabían cómo hacerlo ya están jubilados o en puertas de una prejubilación y están cansados.
Hoy el panorama es absurdo, el mercado laboral es excesivamente joven y solo quieren consumir y tener un trabajo y los sindicatos son inexistentes, con lo que estamos en un campo de batalla que no es tal. Sólo existe un patrón que mueve fichas y ahorra mucho ayudado, claro está, por el propio gobierno que tiene más miedo que antes a que nada se desestabilice.
En fin, que realmente el mundo en general y en especial el laboral, está atado y bien atado. Los setenta se han olvidado.
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