viernes, 6 de junio de 2008

Vestido rojo, hombre gris



La vida es ese teatro en el que cada uno de nosotros representamos más de un personaje.

El hombre, masculino, aúlla en la oscuridad de su alma gris. Su hipocresía le conduce una y otra vez a adoptar el papel que cree que ha venido a manifestar aquí y ahora sin saber que más allá de su estadio, sus entrañas le mortifican.

El hombre, masculino, se relaciona con mujeres peligrosas que le invitan para que acepte que él ha venido para cumplir otro papel. Merodea con hombres fuertes, feminizados, su sangre late, su carne se descompone cada día, no es feliz, sus vísceras le devuelven una y otra vez su bilis negra de cólera y arremete contra las mujeres que han descubierto ya en él su otro lado, ese otro lado que él como macho no acepta, pero que desea con hambre. Cierra la puerta del armario, oculta su propio cadáver, el esqueleto permanecerá allí, en ese cubil oscuro y abandonado, como si no existiera.

El hombre esqueleto examinará las cosas, decidirá cuándo es el momento de que muera un lugar, una cosa, un grupo o una relación.

El hombre, ya no tendrá nunca nombre...



La china.3

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