López Gómez, la calle, la acera, vertebrando la vieja universidad con la Plaza España, cuántos recuerdos, cuántos paseos, cuántos recorridos. Quién me iba a decir que algún día Rayuela estaría allí.
Entrar en Rayuela nada más abrir la librería y pillar al personal in fraganti. Charo...guten morgen, bonjour, bon dia, buenos días...
Leticia colgada del teléfono, alguien que la incordia de par de mañana.
Charo, entre el móvil que no cesa mientras abre el ordenador...Pedidos, facturas, mensajes, puesta al día de novedades y devoluciones si ha lugar...
Entre la contabilidad y la limpieza...Tiempo para la administración y para ordenar el nuevo día.
Luis debe estar por el almacén. Inma libraba el sábado.Y Samuel va a otra bola y no se le ve a cualquier hora. Otro día les pillaremos.
Pero el repaso por la tienda es circular, en su cuadrángulo. Un recorrido llano, donde no hay roturas de continuidad, donde se pasa de una sección a otra sin agobios ni escalones ni fronteras. El troncocono invertido de azul es como un rayo minoico. Las estanterías te llevan de unas a otras secciones y los estantes de pie no ponen trabas. Los colores del techo y de las paredes incorporan viveza y alegría a un mundo donde las palabras registran todos los colores de los significados y de las expresiones. Como la literatura misma, como la indagación, la imaginación, los descubrimientos. Plural y pigmentaria, Rayuela respira vida propia. Primera hora de la mañana, los espacios ordenan el surtido de los libros. Un mundo que acoge muchos mundos. Donde atreverse, donde soñar, donde precipitarse catárticamente porque la necesidad del vivir de cada día nos reclama un conjuro: leer.
Entre la contabilidad y la limpieza...Tiempo para la administración y para ordenar el nuevo día.
Luis debe estar por el almacén. Inma libraba el sábado.Y Samuel va a otra bola y no se le ve a cualquier hora. Otro día les pillaremos.
Pero el repaso por la tienda es circular, en su cuadrángulo. Un recorrido llano, donde no hay roturas de continuidad, donde se pasa de una sección a otra sin agobios ni escalones ni fronteras. El troncocono invertido de azul es como un rayo minoico. Las estanterías te llevan de unas a otras secciones y los estantes de pie no ponen trabas. Los colores del techo y de las paredes incorporan viveza y alegría a un mundo donde las palabras registran todos los colores de los significados y de las expresiones. Como la literatura misma, como la indagación, la imaginación, los descubrimientos. Plural y pigmentaria, Rayuela respira vida propia. Primera hora de la mañana, los espacios ordenan el surtido de los libros. Un mundo que acoge muchos mundos. Donde atreverse, donde soñar, donde precipitarse catárticamente porque la necesidad del vivir de cada día nos reclama un conjuro: leer.